El salmista expresa hoy que el Señor es quien juzga. Ante Él no hay
argumento que valga, no existe el “tengo el derecho”, ni se puede
interponer un recurso de última hora. Él todo lo ve, y todo lo sabe.
No juzga por las evidencias, no necesita pruebas. Él conoce las
intenciones más ocultas, juzga el corazón y sus motivos ocultos.
Lo extraordinario del versículo de hoy, no es el hecho de que Dios es
el Juez, sino que Él “se compadece de nosotros”. ¡Ah, si sólo fuésemos
juzgados! El destino eterno sería la muerte. Estaríamos todos
condenados.